domingo, 24 de febrero de 2008
Placer doméstico, vicio cotidiano
Ayer estuvo interesante como experiencia hablar sobre mis sentimientos acerca del SM. Resulta que cayó en mis manos esta foto en la que estoy tranquilamente en la terraza de mi casa (seguramente un domingo por la mañana, con todas las vecinas tendiendo la ropa...) y creo que refleja perfectamente mi forma de entenderlo. No se trata de una cosa de mazmorras y lugares oscuros, tampoco algo premeditado que se pacta y se sella (aunque reconozco que los pactos son necesarios en esto en muchas ocasiones). Es algo cotidiano, algo que puedo conseguir que suceda por mí misma, sobre mi propio cuerpo.
También tuve una fugaz conversación con alguien que me dijo que no se trata de violencia, porque cuando hay consentimiento pasa inmediatamente a llamarse SM. Evidentemente no estoy de acuerdo. ¿Por qué tenemos que cambiarle el nombre a las cosas "malas" cuando nos gustan? ¿Es pecado que nos guste algo "malo"?
Yo no me refugio en el concepto SM para negar que lo que quiero es que me peguen, que lo que deseo es recibir violencia, entre otras cosas (el cariño y el respeto no me resultan incompatibles con el SM sino necesarios para su proceso).
Yo no me siento culpable (posiblemente mi nula educación judeocristiana sea la responsable de ello). Si utilizo el SM para diluir los límites entre el placer y el dolor, ¿por qué no iba a usarlo para diluir los del bien y el mal?
Hoy hace un día de mierda, pero estoy deseando que llegue el verano para tomar el sol con el chocho lleno de pinzas. Así es mi SM, un vicio cotidiano.
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3 comentarios:
megusta como te lo has pensado carino :)Confrontar lo que te gusta sin sentir que tienes que llamarlo de otra manera.
muchos besos desde atenas,t.
Gracias guapa, πολλα φιλια, μορό μου
lo que no se puede etiquetar da miedo, lo que no comprendemos no se puede etiquetar, la vida resulta mas facil sin plantearse preguntas, simplemente aceptando las etiquetas que otros han puesto... malo o bueno. Me gusta la gente que se gusta. Me gusta tu blog.
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